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ANTE LA PROPUESTA DE CAMBIO DE NOMBRE
Parque ciudad de Dolores, testimonio de agradecimiento perenne.
La Junta Departamental de Soriano considerará hoy el proyecto de decreto mediante el que se denominaría Santiago Gadea al parque «Ciudad de Dolores» situado a la entrada de Villa Soriano (el que aloja a nuestro querido Timbó).
La idea de promover -en este bicentenario de la Revolución Oriental- la memoria de quienes formaron parte- en aquel entonces y en los años posteriores- de nuestro proceso emanicipador, y especialmente, de aquellos nacidos en Villa Soriano, merece y recibirá siempre, nuestra más ferviente adhesión.
No obstante reconocer la iniciativa de rememorar a aquel prócer integrante de la Cruzada de 1825, no podemos dejar de discrepar con que ese homenaje sea a costa de abrogar el permanente testimonio de agradecimiento que una generación de pobladores de Villa Soriano quiso rendirle a los doloreños que supieron darle abrigo, protección y mitigar el dolor que provocaron las inundaciones de 1959.
En aquel otoño de hace más de medio siglo, las precipitaciones en el norte y especialmente en la cuenca del Tacuarembó chico, y en la del río Negro, provocaron –al desbordar recursos y previsiones- una verdadera catástrofe nacional.
El Consejo Nacional de Gobierno –integrado entre otros por el sorianense Eduardo Víctor Haedo- ante la tragedia, creaba un Comité Nacional, adoptaba medidas de seguridad (15 de Abril, para prevenir posibles perturbaciones del orden público), y hacía volar el terraplén de la represa Rincón del Bonete -19 de Abril- sin que pudiese evitar que el nivel del agua siguiera creciendo hasta inundar la sala de máquinas y generadores (21 de Abril).
En Tacuarembó, el Ejército evacua los 12.000 habitantes de Paso de los Toros (el 18 de Abril) y en Soriano, además de la costa de Mercedes, con el apoyo de particulares, ayudó a más de un millar de villeros, al avanzar el río Negro, a abandonar la población en un operativo conmovedor, ya que muchos vecinos tuvieron que dejar pertenencias de alto valor esencialmente sentimental por formar parte de legados familiares que se transmitieron de generación en generación.
La Villa, aquella en la que algunos -tienen o tenemos la suerte de saberla el lugar donde nacieron nuestros abuelos, y hasta los abuelos de sus abuelos, quedó literalmente bajo agua, y no fueron pocos los que tuvieron que abandonarla a la fuerza, porque sintieron que perecía su patria chica; ¡que otra cosa es la patria sino «la tierra de nuestros padres»!, y vaya que con la inundación, sintieron como verla morir.
Arrancados completamente de raíz fueron a parar en su mayoría a la vecina Dolores, uno de cuyos hijos -Emilio Sempolis- con su radio de onda corta alineado en la Defensa Civil, fue de los últimos de abandonar la Villa.
Como lo hicieron antes en el pasado y como lo han demostrado siempre en los años posteriores, los doloreños -en aquel entonces algo más de 8.000 en 1.500 casas- abrieron su corazón ejemplar, y bajo la organización de una Comisión de Inundados que encabezó eficientemente el Esc. Francisco María Capano- recibieron alimentos, abrigos, y por sobre todas las cosas, el inestimable consuelo ante la pérdida del terruño bajo el agua.
El noble Capano, abandonó durante tres meses su escritorio profesional, y se dedicó día y noche a organizar a los suyos, a animarlos en la paciencia de tener que convivir con personas que no conocían, que tenían otras costumbres, que representaban en muchos hogares una distorsión, que fue sobrellevada porque conocían que el mal que sufría el damnificado por el agua era mayor.
La campaña en pro de recursos, frazadas, alimentos, etc, no fue menor, y en esa titánica labor los doloreños no pasaron nunca facturas, sino que por el contrario que formaron parte de ese movimiento espontáneo de solidaridad que se registró dentro y fuera de fronteras.
Con la Primavera los villeros regresaron a su suelo natal- algunos se quedaron para no volver- y en la reconstrucción tuvieron una vez más la adhesión y la colaboración de los doloreños, los solidarios y siempre generosos doloreños.
¿Cómo decirle gracias a tanto esfuerzo, a tanta entrega, a tanto cariño y a tanta adhesión a la causa de servir al prójimo?..
Nuestros padres y abuelos no dudaron, designaron al parque situado a la entrada de la Villa, “Ciudad de Dolores”, para que el homenaje fuese significativo, perdurable, y constante: significativo porque fue atribuido al principal espacio recreativo de la localidad, y al primero que ven los visitantes, perdurable porque creyeron que solo en el nomenclátor ese agradecimiento sería para siempre, y constante, porque al ver su nombre, los villeros de las siguientes generaciones, sumarían su saludo a los doloreños, en tributo que solo se paga, con el recuerdo en ese propio parque.
El 5 de mayo de 2010, se inauguró en la población de Rincón del Bonete, ubicada a la entrada de la presa, una escultura conmemorativa de los sucesos de Abril de 1959, rememorando la inundación y el esfuerzo colectivo para salvar la población.
Medio siglo después que Villa Soriano, entendieron que hay que las tragedias también pueden evocarse, para rescatar valores como el de darle una mano al otro.
Apelamos a que la Junta Departamental restituya el proyecto a una Comisión, a efectos que Santiago Gadea pueda ser recordado tal vez dentro del propio parque con un espacio o un monumento, él se lo merece, pero antes que ello debemos recordar que hay deudas de gratitud son para siempre.
Eliminar el nombre de Ciudad de Dolores de nuestro parque, hace que caiga sobre nosotros el ludibrio, escarnio, y deprecio permanente de los hombres y mujeres justos, que saben discernir lo que está bien y lo que está mal.
El gobierno departamental no puede ni debe cancelar esas expresiones de gratitud, y en el nombre de las causas justas ¡protestamos, protestamos, protestamos!…
Nuestra gratitud la merecen los doloreños de hace 50 años (los pancho Capano, los Sempolis, etc., etc, etc,), y sus hijos los doloreños de hoy, siempre tan solidarios como sus padres y abuelos, pero por sobre todo se lo merecen, nuestros padres y nuestros abuelos, a cuya memoria no se le puede cargar la afrenta, –al eliminar el nombre de ciudad de Dolores- de que nosotros no nos opongamos, al menos en la opinión, de evitar que se consagre, el desagradecimiento a quienes supieron darnos una mano.
FUENTE:
Freddy Planchón – http://www.facebook.com/freddyplanchon